Desconectar para conectar: una propuesta tentadora

Written by
Gonzalo de Lasa
Senior Consultant

 

Ya sea por culpa de la hiperconectividad postmoderna o por la simple huida del encuentro con los demás (y con nosotros mismos, claro), el uso de auriculares ha inundado casi todas las esferas de nuestro día a día. Hacer la compra, ejercitar en el gimnasio y hasta lavar los platos ya no resulta lo mismo sin hacerlo mientras escuchamos a nuestro cantante favorito, el podcast de turno o la versión mobile del telediario. 

En el espacio público, nos hemos convertido en transeúntes sordos. Nos movemos en masa a través de pasos de cebra y pasillos de metro increíblemente aislados los unos de los otros. Pasamos por alto el canto de los pájaros mañaneros, la melodía de algún artista callejero y reemplazamos la risa pasajera de un desconocido por unos vagos acordes de la última banda de moda.

¿Y qué pasa con aquellos que trabajamos en el mundo de la comunicación?, conectarse a los auriculares en nuestro entorno de trabajo puede resultar beneficioso a la hora de leer un tedioso estudio de investigación o redactar una compleja nota de prensa, pero en mis años de ejercicio de la profesión, puedo asegurar que son más las pérdidas que las ganancias.

Compartir las noticias más relevantes de la jornada, el caso de éxito de algún cliente, un contacto de ese medio de comunicación o influencer difícil de ubicar y hasta una buena anécdota de fin de semana hace que nuestro trabajo cobre mucho más sentido. Somos comunicadores natos, conscientes de la importancia que tienen las opiniones y puntos de vista de nuestros pares para enriquecer nuestro trabajo diario. Para nuestra profesión, no deja de ser importante conectarse al mundo y a su rabiosa actualidad ocasionalmente, pero los mayores aprendizajes se obtienen cuando nuestros oídos no están bloqueados por el ruido ajeno. 

Pero entonces, ¿qué límite deberíamos ponernos?

Independientemente de la postura que podamos tener frente al uso (o abuso) de los auriculares, no podemos escapar a las consecuencias que estos pueden traer a nuestra salud auditiva. Según la Organización Mundial de la Salud, más de 1000 millones de personas entre los 12 y los 35 años corren el riesgo de perder la audición debido a la exposición prolongada y excesiva a música fuerte y otros sonidos recreativos, incluidos aquellos mediante auriculares, lo que puede acarrear consecuencias devastadoras para su salud física y mental, educación y hasta perspectivas de empleo.

La OMS recomienda no utilizar durante más de una hora los auriculares, y a un nivel bajo. A todo volumen, sólo cuatro minutos. ¿Sorprendente, cierto? O mejor dicho, bastante más alejado del uso que solemos darle en nuestro día a día.

En conclusión, no está mal escaparse de vez en cuando al maravilloso universo de los podcasts de ficción para aliviar las tensiones laborales. O reproducir el último hit de Rosalía en bucle en el bus de regreso a casa. No está prohibido utilizar las playlist como banda sonora este fin de año (si lo hacen, les recomiendo leer “La banda sonora de nuestra vida” y “La banda sonora del trabajo” como fuente de inspiración). Por supuesto que nadie impide doblar la ropa al ritmo del “Top Global” o leer un libro con algún susurro ASMR. Este texto solo sugiere, humildemente, abrir nuestros oídos y conectarlos a nuestro entorno más cercano, ese que vale la pena escuchar de vez en cuando…

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Gonzalo de Lasa
Senior Consultant