El Proyecto Manhattan: comunicación eficaz, moralmente reprobable

Written by
Juan Carlos Alonso
Deputy Managing Consultant

Este verano ha estado marcado por el fenómeno Barbenheimer, ese doble estreno cinematográfico que rompió récords de taquilla y consiguió que muchos espectadores acudieran el 20 de julio a las salas a ver ambas películas en una tarde. Hace unas semanas, mi compañera Ángela Mozo ya dedicó un post en este mismo blog a analizar Barbie y me parecía apropiado hacer ahora lo mismo con la otra mitad del binomio: Oppenheimer.

La película de Christopher Nolan es un biopic sobre J. Robert Oppenheimer, el físico estadounidense a quien se atribuye la creación de la bomba atómica, así como un detallado análisis del Proyecto Manhattan, las investigaciones sobre la fisión nuclear (y la aún más controvertida fusión nuclear, que años después daría vida a la Bomba H) y la posterior “caza de brujas” que sufrieron algunos de los científicos durante el macartismo. Sin entrar a valorar la calidad de la película, sí me gustaría analizar el papel que jugó la comunicación en determinados ámbitos de aquel momento histórico.

  • El Proyecto Manhattan es, a mi juicio, una de las dos mayores iniciativas científicas de la historia (junto a la construcción del CERN en Suiza). En él participaron más de 130.000 personas, contó con una inversión sin precedentes y más de 30 instalaciones repartidas entre Reino Unido, Canadá y EE.UU. La exitosa -pero controvertida y moralmente reprobable- estrategia de comunicación diseñada por Leslie Groves (mando militar) y Oppenheimer (mando científico) para coordinar todo ese esfuerzo humano, se basó en el principio de “compartimentación”, de tal forma que (para evitar problemas) apenas un 5% del equipo sabía exactamente en qué se estaba trabajando. De hecho, la inmensa mayoría de los científicos y trabajadores ni siquiera se enteraron de lo que habían estado haciendo hasta que Little Boy cayó sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945.
  • Desde un punto de vista científico, los años cuarenta del siglo pasado fueron muy prolíficos. Coincidieron en el tiempo personajes de la talla de Bohr, Fermi, Teller, Strassmann, Lise Meitner, Einstein y el propio Oppenheimer, entre muchos otros. Y el Proyecto Manhattan (como si de un mega comité de crisis corporativo se tratara) reunió físicamente a casi todas las mentes más brillantes de la época (exceptuando a Heisenberg, que trabajaba en el Proyecto Uranio en el bando nazi, y a Einstein) en Los Álamos, una “ciudad/laboratorio” ultrasecreta construida expresamente en Nuevo México para que pudieran trabajar juntos, experimentar con las fuerzas nucleares fuerte y débil, compartir ideas y tomar las mejores decisiones.
  • La carrera por la bomba atómica siempre tuvo como excusa derrotar a los nazis y acabar con la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, si nos fijamos en las fechas, vemos que Hitler se suicida en abril de 1945 y Alemania se rinde unos días después. No es hasta julio de ese mismo año cuando EE.UU. lleva a cabo en secreto Trinity, la primera prueba nuclear de la historia. Y en ese momento, muchos historiadores coincidían en que Japón estaba ya cerca de la rendición. ¿Por qué entonces el presidente H.S. Truman autoriza en agosto de 1945 lanzar la bomba de uranio contra Hiroshima (Little Boy) y de plutonio (Fat Man) contra Nagasaki? ¿Se trató de un terrorífico “mensaje” dirigido a afianzar su posición ante Rusia y el resto de los países sobre el futuro de Europa tras la guerra?

La película de Nolan no contesta directamente todas estas preguntas, pero ofrece un retrato muy detallado de todo lo que aconteció aquellos meses. Así que, si te interesa la historia y la ciencia, todavía estás a tiempo de verla y sacar tus propias conclusiones.

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Juan Carlos Alonso
Deputy Managing Consultant