Lenguaje inclusivo, otra víctima de la polarización

Written by
Ángel Gallego
Senior consultant

 

Unos años después de acabar la carrera me matriculé en un curso de posgrado donde era el único chico de la clase junto a 14 chicas. Algunos profesores se dirigían al alumnado de aquellas clases en femenino, con frases del tipo: “Espero que os haya quedado claro a todas” o “Si alguna tiene dudas, que me lo pregunte”.

Nunca me molestó. Utilizaban el género de la mayoría a la que se dirigían. Aunque también entendía a los que utilizaban el género neutro (masculino que incluye el femenino) porque es la norma, no me parecía justo que por un solo chico aquellos docentes tuvieran que cambiar nada.

La lengua sigue su propio camino siempre, aunque la Real Academia se muestre en contra. Las expresiones que se generalizan en la sociedad acaban siendo aceptadas y un nuevo significado para una palabra que ya aparecía en el diccionario es de lo más común. Quizá lo que se conoce como “lenguaje inclusivo” plantee un reto exigente, pero acabará acomodándose y siendo aceptado si sus términos no son excluyentes.

El lenguaje inclusivo es una forma de expresión que nace para evitar el sexismo, la discriminación y la exclusión de las personas por razón de su género, identidad o diversidad sexual. Últimamente es habitual escuchar y leer expresiones como “todos y todas”, “españoles y españolas” como un intento loable de que nadie se quede fuera. Sin embargo, esto choca con la economía del lenguaje y puede resultar artificial o innecesario.

Por otra parte, el uso de la letra “e” o la “x” (“todes”, “todxs”) como camino para dejar abierto el género y evitar que se haga referencia únicamente a lo masculino o a lo femenino todavía no ha encontrado el consenso necesario. Es posible que una parte de la sociedad vea esto como una reivindicación política, más que como una reforma lingüística necesaria. En esta época de polarización global, donde los “bandos” son más impermeables que nunca es cada vez más difícil analizar cuestiones como esta con un pensamiento crítico.

Así sucedió con el El Rubius cuando probó el videojuego Marvel’s Spider-Man 2 y escuchó un episodio de un pódcast que utilizaba lenguaje inclusivo. Su reacción, desactivando ese audio en el menú del juego, desató furibundas respuestas a favor y en contra. Es lamentable que todo se lleve al campo de batalla —especialmente en redes sociales— sin poner el foco en un debate social de calado: la aceptación e inclusión de una diversidad de género más amplia que la habitual hasta hace unos años.

Como parte de las actividades por el mes del Orgullo LGTBI, nuestro equipo de DEI&I trabajó en una Guía de lenguaje inclusivo dirigida a evitar los sesgos de género (inconscientes en su mayoría) y favorecer una comunicación neutra. Este es el camino para el cambio, desde mi punto de vista. Podemos decir “las amistades” en lugar de “los amigos” y “cónyuge” en vez de “esposo/esposa”. También es recomendable para reforzar la igualdad hablar de “personas” o de “la gente” y dejar de utilizar “los hombres” cuando nos referimos a todos los seres humanos del planeta.

Los cambios son necesarios y forman parte de la renovación de un idioma que está vivo. Sin embargo, la coacción, los argumentos débiles y la politización son malos compañeros de viaje para conseguir incorporar el lenguaje inclusivo a nuestra comunicación cotidiana.

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Ángel Gallego
Senior consultant