Periodismo ciudadano: ¿aliado o enemigo?

Written by
Marisa Casado
Principal Consultant

 

Desde hace tiempo nos enfrentamos a un nuevo fenómeno social que va ganando fuerza y que, de una y otra forma, nos afecta a todos los que trabajamos en el sector de la comunicación: el denominado periodismo ciudadano. 

Antes, el periodismo solo se hacía a pie de calle. Los periodistas se lanzaban a la caza de la noticia, a investigar, a entrevistar, a contrastar y después a publicar sus artículos, previa edición y supervisión de sus superiores, y todo bajo un estricto código deontológico. Ahora, con Internet y con todas las herramientas digitales que existen y que permiten compartir y viralizar contenidos a golpe de clic, cualquier ciudadano puede convertirse en un informador, pero sin estar formado como periodista ni estar sujeto a responsabilidad jurídica.

Una de las líneas de debate más interesantes en este sentido, es el hecho de que el surgimiento del periodismo ciudadano está ligado a la creciente pérdida de credibilidad de los medios de comunicación tradicionales, de modo que el periodismo ciudadano sería una alternativa a la “manipulación” política a la que supuestamente están sometidas ciertas publicaciones. A diferencia de un periodista profesional, se considera que un ciudadano actúa con mayor libertad, sin dejarse llevar por los intereses de grandes corporaciones.

Son muchos los medios que desde hace tiempo realizan grandes esfuerzos para combatir este sentir popular y conectar con su audiencia de forma más personal, con estrategias que pasan por los blogs, las ediciones digitales que permiten comentarios a cada artículo, o el uso de plataformas sociales para “conversar” directamente con sus lectores.

Pero el periodismo ciudadano parece que ha llegado para quedarse. Una vez que la ciudadanía tiene en sus manos el poder de comunicarse y difundir su mensaje, lo único que se puede hacer ya es apelar al pensamiento crítico y al sentido común para intentar diferenciar lo real, de lo falso. 

Es cierto que Internet y las plataformas sociales se han convertido en una herramienta de empoderamiento para la sociedad, algo de muchísimo valor que ofrece infinidad de beneficios y que hay que tener presente. El problema, como suele ocurrir, es que no todo el mundo utiliza las herramientas digitales de la forma correcta, ni todo el mundo se comporta de forma ética. Es necesario tener muy presente que el periodista ciudadano no garantiza los tres principios básicos de todo periodismo profesional: la veracidad, la responsabilidad y el deber de contrastar fuentes. Por tanto, el hecho de que cualquier persona pueda informar de cualquier cosa, sin filtros ni control, puede terminar alimentando la desinformación, precisamente uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos hoy día. 

En este contexto, fortalecer el pensamiento crítico es hoy más importante que nunca. La desinformación y las mentiras interesadas siempre han existido. Los bulos son parte de la historia de las civilizaciones, lo que ocurre es que ahora su difusión es más rápida debido a las nuevas tecnologías. 

Paradójicamente, a medio y largo plazo puede que la desinformación se convierta en una oportunidad para que los medios de comunicación tradicionales recuperen parte de su credibilidad. En una sociedad hiperconectada en la que cualquiera puede opinar sobre cualquier asunto, los periodistas profesionales podrían servir como una vía esencial a la que acudir para verificar informaciones, siempre y cuando se comprometan a comprobar todo lo que publiquen, porque los medios sí tienen una responsabilidad jurídica en ese sentido. De no ser así, se convertirían justo en lo contrario, en otra vía más para difundir contenidos sin contrastar.

El tiempo (y el espíritu crítico) lo dirán.

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Marisa Casado
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